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17 de junio de 2012

Confianza en la caída mas no en el abismo.


He pensado en las letras de César Vallejo y he dado con la imagen que titula este texto. Pensar la poesía es una tarea inconclusa, en eso consiste la aventura, no acabar la tarea, no llegar para disfrutar el trayecto. Pensar es un juego. Cuando los dispositivos del raciocinio apuntan a la elaboración definitiva de un pensamiento o de un concepto cercan las potencialidades, petrifican el fluir del pensamiento, su acaecer en río. El poema cae, es fruto y semilla. Se levanta de su semilla para dar al árbol y de sus ramas sucede el fruto, el poema cae hacia arriba y hacia abajo. No es un juego del pensamiento regular u ordinario, es contradicción que siempre expresa la condición del hombre. El movimiento hacia arriba en similitud de la búsqueda humana: llegar al esplendor. Y el movimiento hacia abajo: caer al suelo que significa aceptar la condición terrenal. En el poema las dos formas son caída, hay drama en el movimiento hacia arriba y hay drama en el movimiento hacia abajo, las dos hieren al cuerpo del poema. En la poesía hay mucho de herida, las palabras nos hablan de heridas, o tal vez, de una sola herida. No sabemos, no sé, pero ante la incertidumbre construimos una hipótesis: esa herida podría ser la carencia, algo que falta, algo que se sueña pero que nunca estará. Y, ¿cuál es esa carencia? Podría no tener nombre pero si es vivida, podría ser la falta de vuelo, la ausencia de Dios, la vieja nostalgia de la naturaleza, de lo primordial. O podría ser una de las formas más intensas de la carencia: la imposibilidad de satisfacer el corazón de manera definitiva. 

El poema me educa la mirada, me orienta la pupila, desaparecen los conceptos de norte y sur como brújulas en la geografía. Sólo soy mirada atenta, desconfiada pero templada: todo habla en su lenguaje y la amplitud de nuestra recepción depende de la sensibilidad dispuesta. Recibo el paisaje exterior y lo acomodo, color a color, en mi adentro que es oscuro y reflexivo, que se dimensiona con todas las cosas recibidas. Dice Pizarnik: La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos. No sé si el corazón se llene, sólo quiero disfrutar el ejercicio puro de la contemplación, alejar mis pasos del camino directo, porque no elijo caminar derecho sino a todas partes, porque tengo confianza en los pasos no en el camino.

En el camino es posible tropezar y caer, caer no es fracaso, la caída puede ser una revelación. No queremos tropezar y caer porque tenemos expectativas de uno mismo, no esperamos de nosotros el error. Nos educaron para rechazar el error y celebrar el éxito, no sabemos perder, no tenemos el corazón dispuesto a aprender de la caída, a leer el poema cuando cae. Si la palabra está en el piso, sucia y olvidada en el papel la condenamos o desdeñamos, pero podríamos recordar esto que dice Pizarnik: Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo. El éxito puede ser una condena también, y tampoco nos enseña a ganar. La sociedad dice: Gana, serás feliz. No hay más que saber, pero, qué tal si pensamos así: Equivócate, aprende, y vive tranquilo contigo mismo. Dice Wittgenstein: Hay que colocarse al lado del error para conducirlo hasta la verdad. Éste podría ser un paso firme en el camino.

El poema cae como pájaro de fuego, no va triste en su caída, es su drama de estar vivo, es su herida, es su momento importante, el poeta lo sabe. Es posible que moviéndonos hacia arriba encontremos una luz pero si no hemos forjado un poco de luz en nuestros ojos aquella luz de las alturas nos cegará totalmente. En la caída es posible aún llevar el fuego en las alas, llevar luz, caer hacia adentro, en nuestro fondo, e iluminar el pozo de nuestras profundidades.

Tal vez no sea posible llenar nuestras carencias, o nuestra carencia, porque hay vacíos que no pueden ser llenados sino que tan sólo podemos aprender a convivir con ellos. Puede que un poema nunca reemplace a un árbol o a un pájaro pero tal vez reemplace su ausencia. Ese poema que reemplaza lo que no está es como una ilusión que creemos merecer, es como pensar que a veces la poesía coloca un fruto ahí donde nunca hubo nada.

Mayo, 2012. 

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