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10 de junio de 2013

El saludo de los monos verdes.

-Si te vas y no te vienes, por favor. 

Primera toma:

Uno podría decir cualquier cosa para comunicar algo simple y sólo podrían llegar a entenderte tus cómplices o tus prójimos más próximos. Si alguna de las chicas se va es porque no está plena en el grupo y cree necesitar algo más. Los seres humanos son animales de doble condición marcada: nómada y doméstico. Yo podría seguir mirando y seguir diciendo con cualquier palabra algo simple: quiero que te vengas conmigo sin invitarte a más que eso, sin pensar luego en la venganza o el currículo social. Soy más bien sensible y nada romántico. Podría cerrar mi boca con tu espalda ancha bajo mi deseo predicado. ¿Quién dijo que el mal está condenado? El bien es el que se ha dedicado al tiempo para hablar de la culpa y el pecado. Pero el mal no hace evangelio, el mal nos hace otros. Quién va a liberarme si no eres tú, cazadora que busca extraviarse en alguna fábula que no tenga nada que ver con el bien o la ruta correcta. No sabe lo más alto, lo divino, lo trascendental, que nuestros cuerpos son terrestres y que la inmanencia es el pulso de dos animales encontrando otro pálpito semejante en su apasionamiento y sensibilidad. 

Vuelvo a la noche, mis amigos sentados en el muelle viendo la ciudad repetirse en las aguas y todos preferimos la ciudad más líquida, las luces deformadas en el movimiento: la ciudad nunca es la misma desde que la miramos así, conmovidos con lo que se difumina. Sí, aprendemos a amar lo irregular, sin definiciones de arquitectura y corazón vacío. Y algunos dicen: quiero lanzarme al agua y continuar esta conversación en otra profundidad. Somos un pequeño grupo, pero todo es tan ilusorio como la ciudad repetida en el espejo líquido, y puede que seamos legión o una pobre circunstancia que llegó a ser tan significativa que no dejamos de pensar que todo lo que veíamos en aquella noche tenía que ser proyectado en una pantalla gigante y tener un título en un libro. Se levanta ella, yo decía tantas cosas con los ojos, estaba escribiendo sin papel, amando y haciendo el retrato de todo. Dice que va a dar una vuelta y vuelve, no sé si va a volver y si le va bien con las promesas, no me molestaba su irse sin su regreso, pero, con la fuerza que bien me templaba le dije: si te vas y no te vienes, por favor. Yo, ya sin ella, sabía que ninguno de aquellos con quien ella se fue le daría razones para no regresar y elegir otro lugar mejor que ese. Tan líquida era la noche que no había otro lugar posible, todo lo que parecía sólido buscaba disolverse en ese instante. Nosotros fuimos la extravagancia del amor a lo absurdo. Nadie se vino porque nadie se fue, allí estuvo todo el amor posible que nos teníamos, algunos secretos evidentes, algunos instantes de ceguera, pérdida de la visión concreta, pudimos a ver dicho algo para inmortalizar pero eso sería reducir lo que ocurría, nadie tiene pájaros para cantar como ellos, la gente no sabe confundirse, compran jaulas.

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