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28 de julio de 2013

El saludo de los monos verdes II

Segunda toma: 

Es difícil olvidar algo que se nos entrega sin preámbulos, aunque no faltan los amantes falsos que dicen el amor con toda medida pero un día se cansan de la frase romántica. Nosotros vamos a otro lugar, estamos terminando el ritual del saludo, vivos vegetales y oníricos desde la médula, nos moveremos por la calle que va al mar, volando, riéndonos de la estupidez que nos pone muecas y sinceridad: quiero quitarte la falda amor, tienes que andar desnuda por aquí para que la luna te llegue plena al centro de tus piernas. Cuando él diga eso ella lo va a mirar con una furia perfectamente controlada, es decir, estará totalmente lunática al intentar guardarse la reacción, va a sonreír y hará su mueca de menosprecio. Llegamos al parque frente al mar, entre árboles, luna, y unos pescadores que se veían desde el parque. No se podía negar que todo el amor estaba entre nosotros, jugamos en los columpios del parque, ya era medianoche, dos niñas y tres niños quedamos, los demás se acordaron de la edad y la fiebre adulta, se fueron por donde les era más cerca. Nos contamos dos hasta llegar a tres, queríamos esa noche, ver el amanecer y susurrar: que la luna te llegue plena al centro de tus piernas.

Siempre con los codos fríos porque caminamos hasta la casa de ella, su vestido manchado de mango y la mochila llena de frutas que recogimos en el camino. Tenemos que esperar, nadie debe asumir esto como una oportunidad, seguro que va a amanecer y alguien tendrá los codos heridos, otro perderá su porción de fruta, la luna.

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