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7 de marzo de 2011

Ejercicio 1: Música y Mundo


“El mundo es todo lo que acaece.”, proposición que tiene sentido claro para las Ciencias Naturales. No se muestra, aparentemente, ningún misticismo. No me inquieta esa asimilación de la ciencia, pero, quiero dar valor a otro sentido. Todo lo que acaece, siendo el mundo lo que es, es, en el fondo, lo místico.
Lo místico es melódico. Lo melódico, siendo música, no es obvio. La música no siempre es evidente, la música es física y no siempre percibida por nuestra mirada pero tiene resonancia en las entrañas de los seres vivos, se dirige hacia todo lo que sea alma/cuerpo. La música está ocurriendo en todo instante del mundo, muchas veces por fuera de nuestra consciencia.
Lo místico, como fuerza y temblor inefable e impalpable, sucede en la totalidad del universo por fuera de nuestra consciencia humana. La totalidad de lo que existe no puede ser atrapado por la mirada terrestre, en la realidad no sólo hay realidad sino también límites para el alma.
El universo es el escenario donde la música ocurre: desde los inaudibles átomos de nuestro ambiente hasta la no escuchada resonancia de las esferas cósmicas. La música es, quizás, “sustancia” mística, sucede más allá de su concepto, tal como sucede con el mundo. Muchas cosas definidas desde el lenguaje suceden más allá del concepto. El concepto es aproximación, contumacia humana, fervor de mortales inquietos por el misterio y que luchan con la condena de no saber tener las manos y los deseos satisfechos.
El mundo suena. El mundo, para nuestra mirada, está en el tiempo, así sucede. Sólo asumimos del mundo parte de su tiempo, de su espacio y de su música. En estos casos conviene imaginar, para no descuidar la relevancia de lo estético, que una visión divina pueda escuchar toda la música del universo, o alguien consciente de sus fronteras proceda a escapar de su espacio y tiempo, dominando su consciencia por un instante,  y logre escuchar aquella otra música, y que lo más seguro es que no pueda seguir siendo alguien equilibrado tal como los terrenales suponen que se tiene que ser.
Esta palabra, tal vez diciente, poco clara, anclada en el extravío, que busca mirar hacia aquello otro, acaso mística, es otra música. Un poco pobre estéticamente, pero lúdica y de grandes expectativas. La intención, lo que quiero decir, más allá de los juegos del lenguaje, es mostrar, o tantear, con palabras que viene de este lado y del otro, y con toda la limitada percepción de las bestias, que el universo es la corporalidad de la música.  

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